25/08/2020
Un café y un libro mirando al mar con Máximo Huerta
Me encanta este sitio. Estas son las primeras palabras que salen de los labios de Máximo Huerta al cruzar las puertas del Salón Poniente y fijar la vista en el mar azul turquesa de la playa de La Caleta.
Nuestra zona es muy desconocida, a pesar de ser un lugar tan turístico parece que la sombra de la apasionante Benidorm es alargada y muchos no conocen todo lo que esconde la verdadera Costa Blanca. Es un lugar extraordinario, hay restaurantes maravillosos tanto en el interior como en la costa, rincones secretos… Me encanta el color de este mar. Es un color distinto que nada tiene que envidiar al de Grecia o Baleares. Es único. Tenemos un montón de playitas que son maravillosas, a mi particularmente me encantan las de piedras y suelo compartir fotografías de mis lugares favoritos en redes sociales, es la mejor forma de enseñar lo nuestro y me encanta poder ser un embajador de esta tierra.
Es un miércoles de agosto, son las cinco de la tarde y la vida transcurre sosegada y placentera al borde los acantilados de Villajoyosa cuando recibimos a Máximo en el Hotel Montiboli para presentar su octava novela: Con el amor bastaba (Planeta), que ya va por su cuarta edición.
Un buen libro y un café con hielo junto al mar, ¿qué mejor plan para una tarde de verano?

Máximo en su carné de identidad, Màxim en televisión desde que hace veinte años llegase a Madrid para presentar el informativo de Telecinco y Max para sus amigos y familiares, no tiene preferencias sobre cómo se dirijan a él. Periodista, escritor, presentador, ministro… un hombre realmente polifacético que ha encontrado en nuestra costa el lugar en el que descansar, disfrutar, trabajar y, en definitiva, asentarse para hacer del Mediterráneo su inagotable fuente de inspiración.
Aprovechamos la tarde para hablar de su novela, del placer de la lectura, de gastronomía y de la belleza de los paisajes que envuelven nuestro hotel.
Pregunta: ¿Qué te une tan fuertemente al Mediterráneo?
Respuesta: La familia. Yo nací en Utiel, en el interior de la provincia de Valencia, pero venir a esta tierra es estar cerca de ellos, es mi madre, son mis primas… aquí hay todo lo que a mí me gusta, esa mezcla de lo rural y lo cosmopolita, el mar y el buen clima. Me siento en casa y esa es la mejor sensación que existe.
P. En la Costa Blanca la naturaleza y la cultura protagonizan una simbiosis perfecta. Altea ha inspirado siempre a prestigiosos artistas y gente de ciencias, llevándolos incluso a establecer su base en este pequeño pueblo que cuenta con su propia facultad de Bellas Artes ¿Eres de los que sienten la inspiración en este lugar?
R. Yo creo que todas mis novelas han nacido en este hueco del Mediterráneo. El otro día lo pensaba. Estaba dentro del agua y me di cuenta de que, de alguna manera, todas las he empezado o acabado en estas playas. Claro que me sirve de inspiración, ya sea por los colores, por los sabores o por las conversaciones, reconozco la alicantina forma de hablar allá donde vaya.

La pintura es otra de las pasiones que Máximo desarrolla siempre que está junto al mar. Para él pintar es como hacer yoga o meditar, es su forma de evadirse, de relajarse y de no pensar. Otra forma de ser feliz, de desconectar de todo lo superfluo para encontrar la paz consigo mismo. Una paz de la que se nutre cada vez que sale al balcón a mirar al mar o recorre el camino del faro del Albir, uno de sus lugares preferidos, y que luego traslada a sus pinturas. Máximo se refiere al paisaje alicantino con verdadero entusiasmo, un sentimiento que nos contagia a lo largo de toda la conversación. Es un hombre que valora los detalles, que disfruta de los pequeños placeres de la vida y de su trabajo, y así nos lo hace sentir.
P. La pintura es una de las aficiones del protagonista de Con el amor bastaba, ¿hay algo de autobiográfico en esta historia?
R. No es una novela autobiográfica ni tiene reflejos autobiográficos. A mí me gusta pintar y al protagonista también. A la hora de escribir me gusta dejar algo mío en los personajes, en todos, no solo en el protagonista, porque así, cuando los releo, me reencuentro con esas pequeñas herencias. Los autores siempre escribimos de lo que vemos, de lo que escuchamos, de lo que hemos vivido… y de alguna manera se cuelan tus vivencias. Si yo me lo he pasado muy bien en una cala fantástica de por aquí, es probable que alguna vez escriba sobre una mujer o un chaval que se lo pasa en grande en una cala de esta tierra. Las cosas que vives acaban en tus novelas de alguna manera. Son partes de ti.

Máximo habla apasionadamente de su novela y la describe como un canto a la belleza de lo diferente y a la felicidad. Con el amor bastaba se trata de una historia de superación en la que el amor tiene un peso importante llegando a mostrar a veces su cara más amarga. Elio, el protagonista, es un niño que descubre que puede volar, que es diferente, lo que le conduce a enfrentarse al rechazo de algunos.
Para Máximo todos somos raros, todos somos especiales, particulares y, en definitiva, únicos. Para él es en los pequeños detalles, en los secretos y en lo exótico donde reside la exquisitez de la belleza: lo diferente es mucho más bonito, y ahí se ha de encontrar la felicidad.
P. Todos hemos querido en algún momento de nuestra vida desatacar y sentirnos especiales, pero a la vez, a menudo, marginamos al diferente…
R. Yo creo que por eso está gustando tanto el libro. Porque todo el mundo se ha sentido diferente en algún momento, mirado, subrayado, cuestionado… y se siente identificado. Ese es el pellizco de esta novela. Todavía hay muchas personas que cargan mochilas de prejuicios e intolerancia y eso hace que todo lo distinto sea cuestionado. El que tiene otro acento, otra forma de andar, otro color de piel, otra forma de ser o de moverse… cuando eso es lo bonito, y lo que luego buscamos cuando viajamos fuera.
P. Al fin y al cabo, todos hemos soñado con volar alguna vez, ¿qué es volar para ti?
R. Volar es sentirse libre, feliz, es sentir que estás haciendo lo que te apetece. Yo creo que desde niños todos hemos soñado con volar. De hecho, nuestros super héroes siempre han volado, incluso Mary Poppins o Peter Pan. Echo la mirada atrás y recuerdo cuando soñaba con despegar atándome un jersey al cuello. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Esa sensación de libertad en el colegio, de sentirse feliz… todos somos voladores.
P. Ni el amor a veces es capaz de superar esas diferencias, si tú hubieses sido el padre de Elio, ¿qué consejo le hubieras dado?
R. No soy padre, pero imagino lo difícil que debe serlo. Los consejos son carreteras por las que aventurarte, pero es muy bueno equivocarse, estoy a favor del error para aprender, que los niños se rocen las rodillas y que vengan con el pantalón desgastado. Los consejos son hojas de ruta que te han servido a ti pero que no tienen por qué servir a los demás. En esta novela no se juzga a los padres, ellos intentan con las mejores intenciones que su hijo sea feliz, pero claro, a veces puede que sea de la manera equivocada. El padre cree que su hijo será más feliz si no vuela, si es como el resto y está dentro de la norma. La madre piensa que si es libre y hace lo que quiere será más feliz. Hay un choque de voluntades.

La novela llegó a las librerías hace apenas un par de meses, pero Máximo ya se encuentra trabajando en su siguiente obra, y, a juzgar por cómo habla de ella, disfrutándola. Será la segunda parte del exitoso título Una tienda en París (2012), ya lo tiene muy avanzado y encuentra la explicación a tanta intensidad creativa en el poder inspirador de nuestra costa, que la siente como el motor que hace que fluyan las ideas a borbotones y nazcan nuevas historias.
Máximo bromea y explica que hasta cuando se tumba al sol o se lanza a nadar en el mar su cabeza no para de centrifugar experiencias y componer nuevas ideas. Mientras tanto confiesa que ha recibido propuestas para iniciar algún que otro proyecto televisivo a la vuelta del verano, pero que no se ha decidido por ninguno y que, por el momento, seguirá en la provincia escribiendo y cargando las pilas.
El hielo del café se va derritiendo y Huerta nos cuenta detalles de su apasionante trayectoria que le llevó a ser nombrado Ministro de Cultura en el año 2018. Para él una experiencia que repetiría una y mil veces, que le llegó de forma inesperada y que aceptó sin pensárselo con el deseo de contribuir a potenciar y defender el legado cultural de nuestro país.
P. ¿Crees que la transmisión y la defensa de la cultura ocupa el lugar que se merece en nuestra sociedad?
R. No sé qué nos pasa que tenemos una mirada demasiado crítica y torticera con la cultura. Tú te morirás, yo me moriré, pero quedará el sabor de nuestras recetas, las canciones, las rondallas, las películas, los libros, nuestras fiestas, todo nos sobrevive. Moriremos nosotros y quedará la cultura. No somos conscientes de lo importante que es. La cultura encarna la esencia de una tierra y tenemos que valorar todas las fuentes de cultura que tenemos, aunque no las sintamos particularmente propias. Desde la más alegre a la más intensa, desde la más festiva hasta la más espontánea, el sabor, el olor, nuestra música… A veces deberíamos ser más franceses y valorarlo más.
P. ¿Por qué franceses?
R. He vivido allí y creo que los franceses valoran mucho más su cultura que nosotros, ellos se sienten orgullosos de su país y de lo que les hace diferentes. Aquí no nos llegamos a sentir así, quizás tengamos que despojarnos de complejos y ser más vanidosos con nuestra tierra, se lo merece.
P. ¿Cómo se ha visto afectado el sector de la cultura con toda la situación actual?
R. La cultura es lo que nos ha entretenido cuando hemos estado en casa porque todos nos poníamos películas, canciones, libros, incluso videojuegos o hacíamos recetas. No hemos sido conscientes de que la cultura ha jugado ese papel tan importante. Ahora deberíamos devolvérselo, consumir cultura y regalar cultura. Se va a tardar tiempo en llenar teatros, conciertos o restaurantes.

Nos despedimos de Máximo que admite haber venido al hotel con el bañador en el capazo para poder darse un baño tras el café y así disfrutar de nuestras calas. Sonríe y confiesa que para él no existe un lugar como la Costa Blanca y que no hay nada mejor para un día de verano que no tener que madrugar y poder pasar todo el día en la playa, sin prisas, disfrutar de la buena gastronomía, del arroz o de la horchata. Empieza a caer el sol y Huerta se despide con la promesa de volver pronto a visitarnos. Ha sido todo un placer.